jueves, 13 de marzo de 2014

EL DISFRUTE DE FILMES AL AIRE LIBRE

En Estados Unidos se inventa una nueva forma de ir al cine en la década de los 30. Nace el drive-in cinema. Nada mejor que complacerse viendo una película bajo las estrellas y con toda la comodidad que puede dar un coche.



Hay que recalcar que los que más disfrutaron de este modo de ver cine fueron los adolescentes desde el principio. Para ellos se crearon las dobles sesiones y la serie b de autocine, para el acné, las pecas y los pecadillos de los primeros levantes de verano. La juventud acudía en masa a estos lugares en busca de cualquier chispa de excitación por demencial que esta fuera, como el halcón.
No importaba que el dolby surround no envolviera y que la calidad de la cinta dejara mucho que desear. La película era lo menos importante, el autocine se había convertido en parte de la cultura estadounidense.
El cine está lleno de cientos de secuencias que hacen fácilmente imaginable la escena. Todos eran bienvenidos, sin importar lo ruidoso que fueran los niños pero quienes más disfrutaron del momento álgido de los autocines fueron las parejas de enamorados. Para ellas estaba reservada la última fila.
En unos tiempos en los que tener un coche era lo más parecido a tener una casa. En los que la intimidad era difícil de conseguir con una chica decente, una cita al autocine era la excusa perfecta para invitarla a tu vehículo. Lo que pasará después ya todos saben.
La leyenda norteamericana dice que muchos y muchas tuvieron sus primeras experiencias íntimas sobre un asiento de piel, entre desenfrenos y con una pantalla gigante atestiguando el acontecimiento. Con 5.000 autocines repartidos por todo Estados Unidos, se dice que durante su época dorada, 1 de cada 4 norteamericanos era concebido en un autocine.
Nada estaba planeado y parece que el primer autocine nació como una simple casualidad. Su inventor fue Richard M. Hollingshead y su objetivo era promocionar los lubricantes que comercializaba su padre, pero la cosa se le fue de las manos y de un reclamo con el que atraer a la clientela creó un gran negocio. Depaso consiguió que su madre, con una obesidad extrema que no le permitía poder sentarse en una butaca, pudiera ver  por fin una película.
Fue en New Jersey, concretamente un 6 de junio de 1933, se inauguraba el primer autocine de la historia. Un mes antes, Hollingshead conseguía la patente. Al estreno acudieron alrededor de 600 espectadores a los que se le cobraba 25 centavos por persona y 25 centavos por vehículo. Si querías ver la película sin llevar coche, debías pagar 1 dólar. Fue una solución para muchas familias numerosas que no podían comprar las entradas para el cine tradicional.
Para hacerlos más atractivos se colocaron rampas para mejorar la visión, el sonido evolucionó y de los altavoces colgados a los lados de la pantalla se pasó a otros que se colocaban en las puertas de los automóviles. Después llegaría la sintonización a través de la frecuencia de la radio.
Años 50 y 60, décadas doradas para el autocine que comenzaría a ver su declive con la llegada de los 80. Cada vez los televisores domésticos eran mejores, aparecen los reproductores y con ellos, la comercialización de títulos en los video clubs.
En pleno siglo XXI, el autocine ha pasado a la lista de esos mágicos momentos que marcaron la vida de muchas personas. Pedro Picapiedra, por ejemplo, festejaba nada más acabar la jornada laboral y lo primero que hacía era recoger a su familia y llevarlos a una sesión de autocine.
Debemos tener conocimiento de los dos tipos de modelos de autocines. El primer modelo es el estadounidense, que acabamos de conocer. El terreno donde se sitúan los vehículos es de carácter llano y la pantalla se eleva por encima, situándose en un punto de vista de gran altura para no interferir en las visuales desde el interior del coche.

El segundo modelo, es el modelo alemán, este modelo se caracteriza por disponer de un terreno variable que desciende hacia la pantalla, que se sitúa en la parte inferior del recinto. Cada fila de coches se sitúa a un nivel inferior que la fila de coches posterior, de este modo se garantiza una correcta visualización de la pantalla desde todas las filas.

                                                                                                     Antonio Horacio Stiusso

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